miércoles, 3 de septiembre de 2008

Ese momento


Un día,
cuando las palabras
ya no tengan sentido.
Cuando hayamos dominado
al silencio,
cuando nuestros pensamientos
dejen de atormentarnos y
sólo nos permitan crear.
Un día,
cuando despierte y
mis fuerzas no flaqueen,
cuando mi voluntad se
haga más grande,
Un día,
cuando deje de soñar
y empiece a construir
los castillos que eran
sólo anhelos.
Un día,
cuando simplemente
me decida pa vivir.
En ese momento...

jueves, 21 de agosto de 2008

Grietas


Luego del atardecer.
cuando las flores se
marchitan,
lejos del fin,
tan cerca del recuerdo,
de un sueño.
Las nubes se tiñen
de gris,
en cada anochecer,
se apagan ya.
Y el viento es,
una excusa para
caminar,
y sentir alrededor,
el aliento que rebasó
los límites
de la cordura,
soledad,
una canción frecuente.
Las grietas sobre la pared,
pequeños agujeros que nos
recuerdan segundos perdidos.
Nos damos cuenta que quienes
nos acompañaban entonces
ya no están.
Mientras intento inútilmente
una canción otras risas
se escuchan en la calle,
otros sueños,
otras ilusiones,
serán el alimento de
nuevas flores,
ojalá que la lluvia
sea dulce nuevamente...

jueves, 14 de agosto de 2008

Despedidas


Ciertamente resulta difícil decir adiós a algunas cosas, en especial cuando llegar a la decisión ha sido un proceso muy lento y complicado. Muchos podrían considerar a esta observación como una querella, quizás una exageración, o como dicen, "buscar los cinco pies al gato" (en el fondo nunca comprendí esa frase, como no comprendo todavía eso de "sentar cabeza" o "madurar", ni que fuera un aguacate).


Muchos suelen presionarte para tomar decisiones, cuando en el fondo ni siquiera ellos saben que hacer consigo mismos... en otras ocasiones en cambio, nadie te escucha o alega demencia ajena (luego insinúan que te encuentras a la defensiva).


Adiós a tantas cosas... sería genial poder escapar ileso de todo, sin un solo rasguño... ¿Será eso posible?

lunes, 4 de agosto de 2008

Un gato en la oscuridad


   Llegó una noche de diciembre: Andrea decía que desde hace rato escuchaba un ruido similar al de un bebé. En la tele pasaban un episodio interesante de Smallville, y un poco antes habíamos comido chaulafán con cola, por lo que no tenía el menor interés de salir a la calle de nuevo. Unos pasos se escuchaban a cada rato en la terraza; «seguro es algún vecino tuyo» le dije a la Andrea, luego de su insistencia que ya me estaba fastidiando.

 —Veré que pasa —respondió, evidentemente cabreada.


     Los minutos pasaban y Andrea no volvía a la cama. "Amor, ya, disculpa" dije en voz alta. Hacía rato que veía la luz de la cocina encendida. Por un momento pensé que para la Andre era un cobarde; pero me sentía tan cómodo y caliente bajo esa suave cobija, que me fue imposible salir.

     Andrea no regresaba.

  Luego de terminarme el botellón de Pepsi, me fui inútil seguir resistiendo las ganas de ir al baño. Fue entonces cuando escuché también aquel ruido similar al de un bebé.

  De repente me acordé de todas esas historias de Oliver Twist y el Éxodo de la Biblia, con bebés en canastas y todo ese rollo. ¿Habrá alguien dejado fuera a un bebé?

   —No, Mauro —me dijo ella, como si hubiese leído mis pensamientos. —Es un gato; tenía hambre.

     Y de inmediato, me presentó al escuálido animal, quien al verme, salió corriendo asustado.

     —¡Qué hiciste Mauro! —me dijo Andrea. —¡Pobrecito, no ves que llueve full!

Aquella última frase me hizo sentir incómodo. —¡Ya, si le quieres más a ese gato quédate con él, me voy a mi casa! —le respondí, en un intento casi televisivo de hacer una escena.

     No demoré mucho en salir de la casa de Andrea. En efecto, llovía; podía ver mi aliento como un pequeño humo blanco en la noche. Estaba muy enojado. «¡Gato infeliz!», me decía a mí mismo, mientras una señora que andaba cerca murmuraba en voz alta «quesff, guambra loco».

     Al llegar a la parada de buses, una especie de remordimiento empezó a alterarme. La Andrea era algo obstinada, pero la amaba. Y me gustaba que quisiera a los gatos. Yo también tuve una hace mucho tiempo; pero la debilidad de sus cachorritos, que ocasionaba sus fallecimientos tan prematuros, era algo que en mi infancia me había marcado un poco. No quiero parecer cursi en esta instancia, pero aquello me entristecía mucho.

   Decidí volver a casa de la Andrea. Entonces, en medio de la calle, apareció el gato.

     —Gatito, ven acá —intenté decirle, como si el pequeño felino pudiera entenderme—. Si vienes acá la Andrea nos dejará entrar a los dos—insistí. De repente, el sonido de una puerta interrumpió nuestro diálogo.

    —¡Qué quieres!—me dijo la encantadora pero enfadada voz de Andrea.

    —Yo, este... disculpa, no quiero que estés enojada conmigo, por favor —le dije. —Te quiero... no peleemos esta noche —concluí.

    Lo siguiente que recuerdo fue que nos abrazamos, encima de la calle que parecía un brillante espejo por la lluvia.

   Mientras escribo estas líneas, acabo de enterarme que Tali, como bautizó Andrea a la gata (que obviamente resultó no ser un gato) ha tenido tres gatitos de todos los colores. Hace casi un año que no he visto a Tali, desde que la Andre y yo terminamos; lo último que recuerdo es que una noche, un poco antes de nuestra ruptura, mientras la Andrea y yo veíamos la tele, la gata me aruñó impunemente.





jueves, 5 de junio de 2008

El parque


Durante la tarde sentí muchos deseos de visitar La Basílica del Voto Nacional, una imitación del gótico clásico que García Moreno soñó en el siglo XIX para la entonces República consagrada al Sagrado Corazón de Jesús del Ecuador. Nunca pudo verla terminada; tuvo que ser otro presidente "cristiano", León Febres-Cordero quien tuviera que concluirla, más o menos. En realidad La Basilica es un elefante sin varias costillas; aún así, en ese lugar se celebran ritos, eucaristías, bodas y funerales, sin contar que bajo los cimientos de la Iglesia se halla un cementerio cuyos mármoles nos recuerdan el frío de la muerte...


El campanario, cumbre de ese deseo, es de lo más espectacular. Desde allí se puede mirar casi todo el Centro Histórico de Quito, una ciudad repleta de iglesias, de fe y de muchas incertidumbres. Desde aquél sitio, por lo general más lleno de turistas extranjeros que de nacionales, a veces se ignoran los sueños de las personas que desde aquella cima (una invitación abierta para los suicidas) se ven diminutas.


Hace 20 años nuestra familia vivía cerca de aquella catedral. El recuerdo que más me visita es el del reloj, que cuando niño me parecía más gigante que la Luna. En la actualidad ya no me parece la gran cosa, aunque, debo admitir que las luces de colores que la visten por la noche, son simplemente espectaculares. Como decía, viviamos allí cerca, en la calle García Moreno, frente al parque que hace algunos años decidí visitar como una excusa para no ir al cementerio a recordar a mi padre y mas bien acercarme a su recuerdo en ese sitio, un poco menos sombrío. Como les decía, hace diez años regresé al parque, en una noche de seudoinvierno ecuatorial, mientras unas diminutas gotas de lluvia parecían tomar color junto a las luces de un poste. Por aquellos días, mientras cursaba el sexto curso del colegio, soñaba con tocar en una banda de goth rock, aparecer en el Rockumental de MTV y jactarme de ser famoso. Por aquellos días la nostalgia me recordó también que cuando más chico, a mediados de los ochentas, deseaba ser un pintor o algo así; ignoraba palabras como comics, pero ya soñaba con ser autor de ellos. Teníamos una perrita, Pitufina, a quien una tarde, junto con mis hermanos, lanzamos por la antigua resbaladera de cemento que es, hasta hoy, el símbolo de la eterna inocencia de aquél parque, y el recuerdo de que la niñez, quizás por exigencias del sistema o por ingenuidad, se renueva constantemente.

Cerca del parque a veces los chicos se sientan a beber alguna cerveza o vino de cartón. Las chicas también se hacen presentes, se hicieron presentes y seguirán haciéndose presentes, porque así como la niñez, la adolescencia también se renueva.


La tele ha sido, durante las últimas décadas, algo así como un símil de Dios; en un altar dentro de la iglesia, en un altar dentro de la casa. Las telenovelas, ingrediente casi esencial de la cultura latinoamericana, no tardaron demasiado en inquietarme, a pesar de mi corta edad, especialmente por las escenas de besos, que inocentemente creemos primero que se los podemos dar a cualquiera, y sólo cuando nos acercamos a la adolescencia empezamos a sentirlos prohibidos. Así, cuando mamá trataba de explicarnos que esos gestos afectivos no podían ser correspondidos por cierta razón oscura, sin saberlo, nos iniciábamos en el entrenamiento para el rechazo, para la victoria futura, para encontrar a ese alguien especial. Diez años despues, diez años atrás desde hoy, ese alguien especial ha vagado como un fantasma en distintas formas: con una falda a cuadros, con un blue jean, con flores sobre la cabeza, con mil cosas dentro de la cabeza.


Hace veinte años un pintor; hace diez, un artista. En el presente, un poeta. Los sueños no paran. La búsqueda, de algún modo, tampoco. La vida no parece tener importancia sin un sueño dentro, al igual que una ciudad, sin un parque donde soñar; con la noche de verano, con la nieve de invierno. Toda la vida no he hecho más que soñar.
A Jorge

jueves, 22 de mayo de 2008

Garúa


El día empieza con un despertar de mala gana; tomo una taza de café frío con pan... afuera los buses se pelean por la gente y las monedas en medio de ese verde grisáceo aliento artificial; -este día no se saldrán con la suya, iré a pie- me repito por un segundo en que me siento superior a la máquina, a ese esperpento que cada día se apodera de la ciudad pero que un día será anaranjado casi hecho polvo.

El sol se encuentra tímido, esa mañana no tiene las agallas de otros días cuando me hace poner colorado... las nubes parecen pinceladas delicadas de algodón, como una gigante almohada deshilada. Los titulares de los periódicos han reemplazado a los voceadores; entre bostezos, ya no parecen pelear por monedas. Un cigarrillo tan desprestigiado por la publicidad, mientras otros celebran a ese líquido vital contaminado de alcohol, me atrae como imán: su pequeño efecto de mareo me hace volar por unos instantes.

La cuesta para llegar a mi facultad es la mejor prueba para quienes pretenden ilusamente llegar a ser atletas; unas gotas de sudor empiezan a menospreciar mi soledad. Más arriba, en las laderas de la cordillera, los restos de un magnífico bosque aguardan sagrados. Uno que otro conocido pasa por ahí, diciendo un "Qué dice", o un "Que fue" u otro "Qué más". Les respondo. Quisiera decirles "Qué te importa", "Qué chucha", "No hay nada".

La puerta del edificio está sucia, y llena de cinta adhesiva de viejos anuncios culturales o académicos. Una cartelera de dibujos abandonada ahora promociona un baile; junto a ella un desconocido le habla a un conocido suyo por teléfono. No he mirado al reloj. Un profesor sube con una carpeta entre sus brazos, como abrazando a un bebé. Un tipo lleva una filmadora en una mano y un trípode sobre sus hombros. Es lo único inspirador hasta ese momento, salvo el sagrado bosque. Intento subir las gradas con apuro. Es inútil. La puerta de mi curso está cerrada.

Afuera no hay nadie sobre las bancas del patio; hace frío y todos han preferido entrar al edificio. Sentado, todavía puedo mirar ese templo verde bajo la montaña, con un gran algodón de azúcar enredado por encima. Unas pequeñas gotas de lluvia vuelven a causar sarampión sobre la baldosa; me pregunto en ese instante si sería capaz de ir al bosque, a dar una vuelta.

He decidido levantarme.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Reencuentro



Los años habían transcurrido casi mudos; el mundo cambiaba, pero yo no. Los árboles del parque parecían estar iguales, y aunque la radio transmitía canciones que ahora me resultaban indigeribles, todo parecía estático.

Volví a verla un día, en el asiento de uno de esos buses donde el tiempo parece no ejercer algún influjo. Todavía escucho esos vallenatos que tanto gustaban y gustan a las chicas; aún resuena la voz de Leo Dan para los más bohemios. Ella guardaba todavía la misma mirada perdida que un día me permitió encontrarme: su cabello parecía más oscuro, pero pude reconocerlo. Su boca todavía era como una fresa: se veía hermosa.

A veces uno se imagina esos reencuentros que de tanto Hollywood en la cara y por las orejas llegas a interiorizar como condición necesaria de toda relación interpersonal: el mundo en cámara lenta, la canción de fondo, las miradas, el abrazo, la eternidad del instante... pero no. En aquella ocasión, nada de eso pudo causarme efecto. No me atreví a saludarla. Porsupuesto, me temí una escena de susto, de irreconocimiento. Luego, claro, la reflexión y la catársis. No era ella. Mi mente había recordado por un instante a un ser del pasado y encontró en otro ser parecido al ser en cuestión.

Una tarde, hace varios años, mientras estaba conciente y escuchaba una canción de moda, la vi por última vez: nos encontrábamos muy distantes, y fue imposible hablarnos.

martes, 15 de abril de 2008

Exilio



He salido de mi cuerpo,
mi mente flota aún sobre
las copas de los árboles;
en el camino he visto el mar,
que tantas veces fue esquivo.
He conversado con los pájaros
sobre la quimera de volar,
y he olvidado algunas cosas
que ocurrieron debajo.
En una montaña sentí
el calor del volcán,
y sobre una biblioteca he
arrojado un viejo libro.
Hace mucho tiempo que
me he perdido.
No he vuelto desde
entonces;
no sé si volveré
un día.

jueves, 3 de abril de 2008

Angustia




El aire que respiras,
el mañana que se aleja,
el pasado como una sombra;
tus ideas que luchan,
tus pensamientos que callan.
Angustia,
la sensación de la tarde,
la despedida en cada noche;
el aliento que se marcha,
la agonía que se acerca.
El árbol marchito que
insiste en desterrar sus
hojas,
la abeja errante,
la flor que yace sola
en algún lugar,
el gato que camina sobre
los cadáveres y desvaría
con las almas.
El sueño se desvanece,
en un estado que otros
insisten en llamar
conciencia.

sábado, 23 de febrero de 2008

El tiempo corriendo al revés


Las horas, minutos y segundos transcurridos

de repente han vuelto,

las leyes de la naturaleza fueron

valientemente quebrantadas.

La hoja que cae ahora vuela,

el viento emprende un camino

de regreso,

las manecillas del reloj quedaron

descompuestas.

Vuelvo a mirar los mismos

sueños y las dificultades

anteriores,

he vuelto a enfadarme por

la afrenta del pasado

y he vuelto a sonreír con

el cariño de ayer.

Nada de esto tiene sentido;

vivir en un minuto y
morir en un segundo.
morir en una hora
y renacer después.
¿En dónde escribirá el
fantasma su obra maestra?

viernes, 22 de febrero de 2008

Máscaras


¿Hasta cuando durará esta pesadilla? Qué difícil es vivir sin aparentar algo, para adaptarse a la sociedad. Si hay algo que considero patético de la sociedad quiteña en particular, es ese disfraz de localidad top, de boutique construida al apuro, de paseo comercial lleno de vitrinas pero con poco dinero, de esa chistosa pretensión de reconocer la "raíz" hispánica durante las Fiestas de Diciembre y su Feria Taurina; de ese meloso "reconocimiento" de las minorías al pretender reinvindicar mediante otra no menos patética imitación del Caribe a las comunidades afro-ecuatorianas y de ese folcklorismo de lo indígena, como si se tratara de animales exóticos conservados para evitar la extinción.


Qué enfermizo es todo, y que penoso el formar parte de aquél círculo vicioso en donde otros se disfrazan bajo tendencias ideológicas y otros aún esperan que el Papa bendiga alguna vez sus casas...


Por ahora prefiero la soledad...

miércoles, 20 de febrero de 2008

Vasos de papel




La fragilidad se vio reflejada


en un insignificante café;


el aliento se confunde con


el humo,


vapor por todos lados.


La soledad es el tercer


ingrediente;


el último tal vez.


Vulnerable es ahora


el peregrino que


ha llegado,


sus ojos padecen


el pterigio de


los años.


Su mochila,


su pesada carga a


un costado;


todo,


todo lo ha dejado


por un vaso de papel.


El arco iris desde su


ventana se halla oculto;


en su horizonte aguarda


la niebla también.


No,


ya no es un insignificante


café.


Ahora es como el calor


y como el amigo fiel.

martes, 19 de febrero de 2008

Amnesia

Si por un sólo y mágico instante
pudiera olvidarlo todo:
olvidar lo que no valió la pena,
lo intrascendente;
si tan solo al cerrar los
ojos ocurriera...
si todos esos momentos embarazos
pudiesen borrarse de mi memoria:
su pudiera contener el aliento
y no recordar a nadie...
si tan solo te apartaras de
mi memoria.

lunes, 18 de febrero de 2008

Dos extraños nuevamente


Nuestro aliento ya no es el
mismo,
el contacto de nuestra piel
ya no es un privilegio.
nuestro abrazo se ha
desvanecido,
somos dos extraños de
nuevo.
dos extraños,
como el agua y
el aceite,
como marte y neptuno,
dos extraños,
como el desierto y
la sabana,
como la vida
y la muerte,
nuestro grito ya no
se escucha del otro lado,
y nuestro abrazo ya no
es una pequeña fogata.
no concibo el sueño ahora;
sólo recuerdo que estás lejos.
dos extraños solamente,
como esos extraños que
coinciden en una estación
de buses.
dos extraños,
como el ladrillo y el
agujero que dejó el ladrillo
en el muro,
dos extraños,
como dos hojas de dos
bosques diferentes que arrastró
el viento.
dos extraños,
como dos lejanas canciones.
dos extraños,
como el sol y como
la luna,
como el invierno
y la primavera.

sábado, 16 de febrero de 2008

Invierno en el aire


La piel sintió nostalgia del calor;
las flores cesaron en su intento por alcanzar
al sol.
¿Quién recogerá todas las hojas que
cayeron?
En una hoguera los corazones ardientes
se han reunido para charlar.
Nadie sabe hasta cuando se mantendrá
el fuego;
no muy lejos un cuervo
se disputa un aliento de vida
con un zorro.
¿A dónde nos guiará el viento?
el gris del firmamento me recuerda
todas las páginas por escribir
y aquellas que la hoguera se llevó...
el camino al fin se hace cada
vez más largo...
otra vez divagaremos perdidos
dentro del bosque.

viernes, 15 de febrero de 2008

Redescubrimiento


Siempre estoy aquí.

Pasos al vacio


La tarde se aproxima divagando

conmigo.

En mi mente los sueños se perdieron;

hace mucho que no los encuentro.

Soy como un envase vacío que alguien

arrojó en la calle;

soy esa gota de lluvia que

el inmediato sol evaporó.

El tedio es un compañero que confunde

la fidelidad con la tortura;

por la mañana decidí confundirlo

disfrazando mi rastro.

Camino sin cesar,

los puentes se hallan cada vez más

lejos y ya no quiero cruzar,

sino lanzarme;

la tarde se aproxima divagando
conmigo.

He disfrazado mi rastro para confundir

al tedio.

martes, 12 de febrero de 2008

Unos se marchan y otros se quedan


Me siento como una estatua; o simplemente, como alguien que va en dirección contraria de los demás. A veces me siento triste o, simplemente, estoy resignado; muchos se van mientras otros se quedan.

domingo, 10 de febrero de 2008

Cada mañana


Cada palabra se se esfuma dentro de un sueño,

junto a cada promesa se levanta

iniciando otra mañana.

Cada segundo alguien se despide

ignorando que hay detrás,

si habrá otro momento,

cada vez que cierro los ojos

intento recordar la cantidad de

estrellas en el cielo,

similar a cada mirada que he visto pasar.

Cada día me despierto mientras

otros ojos han empezado a sollozar.

sábado, 9 de febrero de 2008

Lovesong


Hay muchas canciones que seguramente fueron escritas por la inspiración misma; muchas otras simplemente no representan nada. Bien, es una cuestión de tipo más bien personal; no todos percibimos de la misma manera; de este modo, no será lo mismo "Orion" de Metállica para mi vecina que "La vecinita tiene antojo" para mi. Parece que la teoría de la relatividad, al menos en su representación más ingenua, se podría aplicar acá.



Hay un tema que no sé si lo cantaban los Jackson Five, o los New Kids; la he escuchado en una radio local de Quito hace algún tiempo, y me recordó la infancia ochentera. He buscado en YouTube y Google, pero no la capto todavía. El punto es que, es una canción bastante tierna, como aquella de la Olivia Newton John (no la de Grease, sino otra cuyo título es "Have you ever...".



La canción más hermosa del mundo no sé si exista. La más horrible tampoco. Pero el reguetón hace méritos.