martes, 30 de enero de 2024

El Club

   Transcurría el año de 1996; está obscuro, hace frío... nah, mentira... enero de 1996: el presidente de la República es Sixto Durán-Ballén, hay MTV gratis y en Norteamérica se baila el santo cachón... bueno ya. Era una tarde de marzo de 1996: yo, un adolescente puberto y espinilloso, me había apuntado en el Club de Periodismo del colegio Montúfar, que para entonces ya estaba en franca decadencia -la imprenta del colegio llevaba años embodegada, y apenas se hacía un periódico mural-. Nos habían dicho que por el Día del Periodista habría una reunión en el Salón de la Ciudad del Municipio. Fue la ocasión propicia para junto con mi camarada Luka Stronzy perearnos una clase.

   Asistimos: un tipo ya grande interpretó un tema dedicado a la ocasión; decía más o menos: "cuando era un estudiante/soñaba ser periodista/y aunque a veces faltaba a clases..." que al Luka y a mí nos causaron mucha gracia. El evento fue organizado por el Club Intercolegial de Periodismo, de la entonces Dirección Provincial de Educación de Pichincha. Tras los discursos que no recuerdo más, y antes de salirnos del evento de manera abrupta para buscar cosmos donde ir a jugar, recuerdo que conocí a unas chicas del colegio Cardenal De la Torre, a quienes deseé volver a ver algún día, y a una chica, que creo se llamaba Mariana o algo así, a quien volvería a ver dos meses más tarde en la Casa de Benalcázar, en una reunión a la que no recuerdo como llegué (me parece que el "Prieto", coordinador del club del Montúfar, nos había sugerido asistir, pero sólo acudimos él y yo). Esa noche me reencontré con Jorge Pasquel, quien fue compañero en la escuela de mi hermano mayor, y hermano de mi compañera Silvia Pasquel (nombre similar al de una actriz mexicana). Resulta que el Jorge era poeta y esa noche declamaba. Fue él mismo quien me habló de cierto grupo de personas que se reunían los sábados, en el Círculo de la Prensa, ubicado frente al en ese entonces Centro Comercial San Agustín, años después derrocado y convertido en plaza.

   Al principio, las reuniones eran los sábados por la mañana, la excusa perfecta para no estar en casa ni tener que ayudar a la limpieza de fin de semana. Alguna vez me había hecho de un ejemplar del periódico Correo Estudiantil; me propuse escribir también ahí. Luego conocí a los otros chicos: los ñaños Bucheli (Adriana, sobre quien escribiría varias veces y Xavier), Emperatriz (mejor conocida como Emperita, e hija de la coordinadora del Club, cuyo nombre siempre se me escapa), el otro Xavier, el Prieto, la Gina, la Vivi Montero, la Elizabeth (quién hacía que algo raro me pasara en la panza cuando caminaba al Círculo de la Prensa), y otros que no recuerdo, y un man que tenía ojos medio gatos y siempre andaba de terno, quién me enteré falleció años después. ¡Ah! También el man a quién presté mi cassette del Unplugged de Nirvana para no devolverlo nunca más. Eran de varios colegios: Anderson, Montúfar, Amazonas, María Angélica Idrobo, Cardenal De la Torre, ATCH, Consejo Provincial, Emilio Uzcátegui, Quito, UNE, Espejo, entre otros. Ese año gané un segundo lugar en un concurso de poesía por el Día de la Madre: el premio, otro libro de poesía, que perdí esa misma tarde en un parque de Solanda.

   Para el período lectivo siguiente, otro 'lechero' y yo rendimos el examen de admisión para el Club de Periodismo de El Comercio; tiempo después nos llegó la invitación al colegio para formar parte de esa asociación. Por alguna razón, el rector de nuestro plantel (que nunca estaba allí) no confirmó nuestra presencia, y tiempo después me enteré que habían recibido a otros dos tipos de Físico-Matemático que no tenían nada que ver. Enfadado por eso y con la esperanza de volver a ver a Elizabeth (y a la Adri, me gustaban las dos), volví a asistir al intercolegial de la Dirección Provincial en noviembre, solo que esta vez las reuniones no serían más en el Círculo de la Prensa, sino en el colegio Quito, trasladándose luego al Gran Colombia y al Montúfar para volver de vuelta al Círculo, esta vez por las tardes. En 1997, el club ya no me pareció el mismo de 1996, aunque farreamos mucho más. Por ahí hice unos dibujos, me ilusioné con otras chicas y me porté como un holgazán. Sin embargo, fue mi primer contacto con el mundo de la comunicación social y la primera señal de mi posible vocación. A todas las personas que me acompañaron en esa etapa de la vida las recuerdo con cariño y nostalgia, aunque ya he olvidado varios de sus nombres.

   Dejé de asistir al club a inicios de 1998, cuando tuve que destinar el sábado a la premilitar.