domingo, 3 de septiembre de 2017

El ovni

-CHCH, ¡HABLA SERIO MEN, NO JODAS, SEGURO ME FUMÉ DE LA BUENA! ¡HIJUEPUTA! ¡EL FIN DEL MUNDO! ¿PERO NO NOS VAS A HACER NADA, CIERTO? ¿VOS ERES BUENA NOTA, VERDAD? ¿Y CÓMO ES QUE ME ENTIENDES, CHCH? ¡HIJUEPUTA! -fue lo único que atinó a decir, luego de cachar que el pana que había conocido en el Instituto, era un extraterrestre, y luego de volver de vomitar por segunda vez.
Kevin (nombre escogido por el alienígena), nunca fue popular en realidad; tampoco solía hablar demasiado, ni acudir a fiestas o intervenir en foros o marchas. Por nada del mundo alguien llegó a sospechar de su condición; nada más era un chico de Cayambe, que arrendaba un cuarto cerca de la Universidad Central, aparentemente gay (algo que en realidad no le importaba a casi nadie) y que no parecía tener demasiado apetito.
Ahora que se sabía portador de un terrible secreto, Daniel, el amigo del Kevin, no sabía si decirle a Paulina, la chica que le gustaba -de pronto supuso que empezaría a fijarse en el ovni-, sí llamar a la Senain (consideró que le tildarian de opositor loco del Gobierno), llamar a los periódicos o a la tele, o al cura de la parroquia, al que una vez le robó unos dólares de las limosnas.
Sabiéndose solo, sintiéndose Juanito de "Juanito y el lobo" y preguntándose de qué chch le servía tener un amigo de otro planeta, descubrió de pronto que quien había llegado en una nave interplanetaria, pero sin ningún poder, era él mismo.