sábado, 16 de enero de 2010

A dónde ir


Cuando terminas un libro, cierta sensación se apodera del momento; no habrán más letras, probablemente recordarás las páginas anteriores, algún detalle, lo más relevante de la trama y el personaje, pero al fin y al cabo no habrán más; de pronto y si te animas lo repetirás, pero ya no será lo mismo.

La angustia invade entonces el ambiente; no te decides entre la televisión o escuchar la radio, alguna música que pueda llenar el espíritu. Decides entonces salir, caminar, respirar el afuera, el aquí y el ahora, compartir con el cielo algo del frío aliento de la noche. En un abrazo invisible empiezas a recordar lo que no tienes pero deseas, lo que tuviste y no supiste valorar, lo que tienes pero das por hecho, lo que tienes pero que está perdido o guardado.

¿A dónde ir? quien sabe. Viajar solo a veces puede ser un nuevo aliento, sentir el viento en la cara, mirar al sol desde la carretera, sentir con los dedos las gotas de lluvia del otro lado del cristal, escuchar otras voces, mirar otros ojos, respirar otro aire, sentir como los árboles se desplazan al lado opuesto de la velocidad.

Una tormenta se aproxima.

1 comentario:

Selina dijo...

-Llamaba para despedirme
-¿A dónde vas?
-No lo sé
-¿Cuándo volverás?
-Nunca