sábado, 9 de marzo de 2019

Joy

   Solía verla casi siempre bajando las escaleras, durante la facultad. Parecía venida del cielo; sus sambos negros eran como lianas de un árbol en alguna nube de lluvia. El apuro habitual me impedía mirar a sus ojos. Un chico, su novio, quien poseía una sonrisa afable solía acompañarla; por aquellos días yo también tenía una novia, cuyo nombre ya me cansé de pronunciar hace tiempo.
   Los años que no perdonan distancias ni facciones nos apartaron, aunque los artificios tecnológicos humanos volvieron a acercarnos. Ya no somos los mismos, pero sí las canciones. Solía escribirle pequeños textos con letras de temas que suponía desconocidos para ella; intentaba meterme en su cabeza e imaginar los incontables viajes en bus junto a la radio y las miles de personas que habrían transitado por su vida. Un día me animé a cantarle por Whatsapp; hace mucho que ya no le temo al ridículo.
   Hoy, cada vez que conecto con ella, siento que sigue siendo como alguien bajando las escaleras, desde el cielo, como en la facultad.

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