lunes, 7 de septiembre de 2009

Yugoslavia


Hace un par de semanas, mientras tomábamos unas cervezas en la casa del Carlo, de repente escuchamos una canción de Beirut, grupo que al parecer de mi amigo, le construye de manera sugerente la idea de la atmósfera de Europa del Este, la antigua Europa comunista, la otra Europa, esa Europa despreciada por películas baratas de Hollywood que sugieren que con un dólar puedes emprender un hotel de cinco estrellas, debido a que las antiguas propiedades estatales se vendieron a precio de huevo.

En mi caso, una película construyó mi primera impresión de una Europa desprovista de las despampananates Italia, Francia o Alemania: se trataba del film "Gymkata" de 1985, dirigida por Robert Clouse y esteralizada por Kurt Thomas. El ambiente tétrico y lúgubre que mostraba a seres convertidos en oscuros monstruos por los conceptos americanistas de la guerra fría pronto hizo que pensara cosas bajo ningún criterio y que me impresionara con el típico hombre fuerte procaucásico y joven. Sin embargo, una frase del final de la película siempre llamó mi atención, cuando dicen que la película contribuyó o buscaba contribuir a poner fin a la "Guerra de las Galaxias", cosa que se me hacía muy rara ya que pensé primero que era una campaña anti-George Lucas, anti Luke Skywalker y toda la cosa.

El mundial de Italia 90 (país a donde viajó mamá un año antes en busca de mejores oportunidades) tuvo mayor eficacia que la clase de geografía del tercer grado que sólo me enseñaba croquis de los barrios de Quito: descubrí por fin que el mundo iba mucho más allá de Sudamérica, los Estados Unidos, Italia o Alemania y que el mundo de "Gymkata" no era del todo una ficción, porque en efecto, había una Europa del Este, una Europa encabezada por la URSS, y matizada por la RDA, Rumania, Bulgaria, Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Albania, y desde luego... Yugoslavia.

Tres años más tarde las imágenes de niños aparentemente dormidos amontonados en camiones supuestamente de uso agrícola, pareció hacer realidad el horror de la Bosnia de Gymkata: pueblos fantasmas y lúgubres, soldados y fusiles por todas partes y sobre todo, muerte. Pronto nuevos nombres surgieron en las láminas de Geografía Universal del quinto y sexto grado de primaria: Rusia, Georgia, Ucrania (...), Bosnia, Croacia, Serbia, Eslovenia... varios años más tarde, cuando los fuegos artificiales de la noche de la desaparición del muro de Berlín, de la revolución de Terciopelo de Praga y de la dimición de Mijail Gorbachov, pude entender finalmente que existió un Tito, que hubo un socialismo mal llevado a cabo, que "occidente" inició la carrera armamentista, que hubo tres federaciones que intentaron el sueño fallido de unir lo imposible de unirse en medio de diferencias étnicas, que hubo aspiraciones, que hubo anhelos, que hubo policías secretas, purgas, represión, paranoia, pero que sobre todo eso intentó construirse un puente sobre el Drina (como el título de la novela de Ivo Andric), a través del intento de hacer frente a un mundo bipolar desde una asociación de países no alineados (que creó el apodo del Tercer Mundo), todo esto antes del resurgimiento del exitoso comercio de armas, que pretende seguir balcanizando al planeta.

1 comentario:

Marcelo Dance dijo...

A pesar del yugo soviético y las guerras, siempre sostuve que los habitantes de los países de la Europa Oriental, estaban un paso adelante en muchos aspectos con respecto al resto de los europeos, a quienes veo como simples pueblerinos con ropas y gastos excesivamente caros (Los italianos o los españoles por dar un ejemplo).
Que bien me sonó eso de la "Revolución de tercipelo de Praga", cuando evocás a la división de dos países sin efectuar un solo disparo y sin derramar una sola gota de sangre.
Me gustaría conocer Rumania y la República Checa. Por las mujeres, obviamente! Ja! Ja! Ja!
Saludos David!