
Esa tarde habían más luces que de costumbre; el aroma de las flores era tan intenso que provocaba naúseas. Pese a que no existía el invierno en ese lugar del mundo, las personas llevaban prendas obscuras, que seguramente provocaban asfixia. Varias mujeres llevaban la cabeza cubierta con velos, a la manera musulmana; pese a estar tristes, todos se abrazaban y repetían "no somos nada".
No entendía aquella situación. Intentaba hacer preguntas, pero a nadie parecía importarle. De pronto, alguien me hizo caso. ¿Por qué todo esto? le interrogué.
-No sé. Pero suele suceder.
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