jueves, 17 de junio de 2010

Héroe de nadie

La zancadilla me condujo
a un mundo de verdugos invisibles,
de fantasmas galopantes.
Urano y Neptuno eran dos lejanos
centinelas a quienes
miraba desde viejas páginas de libros.
El olor del café es un aliciente
entre la fetidez de lo doméstico;
los gritos de los detractores se propagaron
en lejanos ecos que acabaron de llegar
hace poco.
No hay tiempo ni regocijo,
sólo un puñado de sueños entretejidos
junto a las perspectivas difusas.
No hallaré otro barco pronto,
tendré que caminar junto a la playa
hasta llegar al otro lado.
No hallaré un globo,
tendré que improvisar un par
de alas para salir de este agujero.

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