jueves, 4 de marzo de 2010

Pausa cero

A veces siento como el vacío se apodera de cada instante mientras en el televisor pasan un video clip de tecno chicha sin otro fundamento que sustituír un vacío de conocimientos imposibles de llenar casi como un pozo de agua en Atacama o en el Sahara mientras el sol que todo lo devora y convierte en polvo en algún otro remoto lugar se refleja sobre un torrentoso río capaz de ahogar hasta el último suspiro de un pájaro que vuela de un lugar a otro desde su arribo al nido hasta su ocaso en el fondo de alguna montaña que suele mirarnos silenciosa de vez en cuando y que nos recuerda cuan grande es el mundo y cuán mundano es el riesgo del sólo hecho de atravesar una calle a la víspera del atardecer cuando las luces de los horribles edificios del centro norte de la ciudad se encienden sin frecuencia alguna porque para entonces los inquilinos y demás ocupantes de esas oficinas están embriagándose en algún cercano bar con algún trago barato mientras emprenden otra aburrida conversación sobre si es mejor el socialismo o el capitalismo que te obliga a acudir todos los días a esa aburrida oficina a ganar el pan de cada día como sí sólo vivieras comiendo pan o con pan pagaras las cuentas de luz de agua de teléfono de gas o la pensión de la escuela y el colegio de ese padre arribista que a pesar de decirse socialista sueña en el fondo con ideas tan escuálidas como mejorar la raza o el status social a través de la inclusión de su guagua en el jet sed donde con suerte su hijo se hará el mejor amigo del hijo del jefe o que su hija se enamore de él para soñar con compartir la empresa que durante los ochentas fue parte del gran aporte del estado que sucretizó las deudas y que le permitió incluirse en el tren del neoliberalismo que sin embargo critica y manda al carajo a la sombra del poster del Ché Guevara y bajo la atmósfera de un cigarrillo y de un viejo disco de Inti Illimani que consiguió gracias a aquél exiliado chileno que conoció un día en el estadio mientras su equipo preferido El Nacional ganaba su segundo tricampeonato ignorando que otros equipos tomarían años más tarde la posta de ser los preferidos apoyados por una legión de hinchas radicales que luego conformarían barras bravas al calor de la yerba del reggae y de los panas reunidos en alguna esquina sin esperanza en un falso futuro sólo cobijados por el presente mientras las chicas lindas pasean con sus puperas bajo un par de inmensas gafas que ocultan sus rostros mientras el implacable sol sigue haciendo de las suyas en esta Quito equinoccial y árida mientras los pocos árboles que quedan bailan con el viento invitándome a apartarme de la selva de cemento y escapar hacia donde nadie puede mirarme...

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