lunes, 28 de abril de 2025

La nota

     Los amigos del Isaac no tardarían en llegar: había jodido tanto con que le hagan una fiesta de cumpleaños similar a la de su hermano mayor, Leonardo (con juegos y toda la cosa), que la tía Fabiola no se daba abasto preparando bocados, sánduches y arroz relleno, aliviada eso sí porque esta vez no cometería el error del cumpleaños anterior de lanzarse además con el pastel. Esa tarde, el Leo, que ya era más grande y luego de las respectivas disculpas y la promesa de ayudar a arreglar la casa al regreso, había pedido permiso para ir al estadio a un juego del Barcelona contra Liga de Quito.

     Ante la ausencia del Leo y de otro adulto cercano, la tía no tuvo otro remedio que encargar al mismo Isaac el ir a la panadería más cercana del barrio por el pastel: había previsto inicialmente pedirlo por app, pero una amiga suya le recomendó no hacerlo ya que una torta que había solicitado a un negocio nunca llegó para aquel café de sábado por la tarde de hace semanas, como tampoco la devolución del dinero.

    —Espérate un rato porfa, que en esa panadería todavía cobran con plata —indicó tía Fabiola desde la cocina—. Desde que Don Manuel se murió ya nadie fía en ese lugar y tampoco me quedó nada en la cuenta luego de pagar de los impuestos de la casa—.

    Minutos más tarde y ante la ausencia del dinero, Isaac tuvo que ponerse a buscar debajo de las piedras: auscultó entre viejos cuadernos, libros, cajones de la sala, cajones del cuarto que compartía con el Leo, del cuarto de la tía y finalmente de una cómoda que parecía el último piso de la civilización antes de descender a los infiernos. En el mueble que logró abrir con algo de dificultad había de todo: adornos viejos de navidad que suponía ya habían terminado en la basura, viejas guías telefónicas de inicios del siglo XXI, calendarios del chifa —de esos con tapas doradas de aluminio— y finalmente, un cuaderno agenda que serviría en el pasado como improvisado libro de contabilidad de la heladería que su madre intentó instalar inútilmente, luego de quedarse sin trabajo en aquel restaurante donde estuvo por varios años. El cuaderno incluía además varias claves que Isaac supuso eran passwords del correo electrónico, del seguro social, del servicio de rentas internas o de la banca en línea, que a veces olvidaba o era obligada a cambiar por seguridad.

    Tras hojear la agenda una vez más para confirmar si dentro no había guardado algún billete de la suerte de dos dólares, el muchacho encontró unos poemas que halló francamente aburridos, y finalmente, una especie de carta con un dibujo al final, que parecía mostrar a una mujer jugando con dos chiquillos sobre algún tipo de prado lleno de flores, y encima de ellos, un platillo volador, como esos de las pelis antiguas que le mostraron en clase de Historia.

    —Ya encontré la plata, Isaac —interrumpió la tía—. ¡Anda pronto a la panadería si no quieres quedarte sin pastel! 

    Un poco asustado y movido como alma que lleva el diablo, el guambra se puso a cerrar la vieja cómoda que por suerte, no se volvió a atascar. Sin embargo, decidió llevarse la agenda a escondidas, para leer más tarde la nota a modo de carta que antecedía al dibujo que parecía una pintura rupestre de las cavernas.

    ..........

    La fiesta de cumpleaños transcurrió más o menos del modo cómo la había imaginado; acudieron los panas de la escuela, la niña que le gustaba un poco pero que no se enteraría jamás, otra guambra que gustaba de él pero con quien no entraría ni loco, su mejor amigo el Beto (que tuvo que venirse en metro desde el norte de la ciudad) e incluso el cargoso del grado a quién tuvo que invitar más por miedo que por convicción. Los amigos hicieron vaca y le regalaron entre todos un balón de fútbol. Ana, la niña no correspondida, le obsequió un buzo con capucha que encargó a la tía antes de irse. Ariadna, la otra niña, no le regaló nada.

    El Leo llegó a las ocho de la noche; después de ayudar con los platos, le regaló una camiseta de Liga al Isaac. Después de comerse el recalentado del arroz relleno con un vaso de leche, los muchachos (Leonardo tenía quince años e Isaac acababa de cumplir once) fueron a sus respectivas camas, cada uno con su celular. 

    —¿Leo? ¿Leo? ¿Te puedo contar una cosa?

    Su ñaño no respondió. Se había quedado dormido con los audífonos puestos.

    La mañana siguiente, la tía no estaba; Isaac supuso que Fabiola habría ido a la misa o al mercado. Fue entonces que recordó la nota de la agenda. Quiso contarle al Leo, pero seguía ruco; aprovechando la soledad de la casa, decidió revelar sí y solo para sí el misterio de qué decía aquella nota que se mantuvo oculta en aquel vetusto mueble de la casa por años.

    “Queridos Leo e Isaac:

       No tengo el valor para decirles en persona lo que diré a continuación, excepto que lo hago por ustedes. Los amo con todo mi corazón. Sin embargo, y para que estén bien, he debido tomar una difícil decisión.

    ”Para hacer más fáciles las cosas, sus tíos y abuelos les dirán que morí durante un viaje de avión. Les llevarán a un funeral, donde seguramente llorarán —y bastante—, pero con el tiempo lo olvidarán. La otra opción que consideramos era decirles que me llevaron presa, pero seguramente, y tras superar la vergüenza, ya de grandes se plantearían tal vez el querer visitarme, sin encontrarme jamás, como me pasó a mí cuando por fin decidí visitar a su papá, poco antes de aquel motín donde murió, y que pedí encarecidamente a mi hermana la Fabi contarles sobre eso cuando tuvieran la edad suficiente. A pesar de lo que hizo, su papá les quiso mucho y siempre les tuvo presentes.

    ”Siempre quise para los tres que vivamos en nuestra propia casa, nuestra y de nadie más, y que tuviésemos un jardín como lo de las casas de las películas, con un perro también, quizás. Trabajé todo lo que pude, una vez llegué incluso a tener no dos sino tres trabajos, por eso razón empecé a dejarlos seguido donde la Fabi, no porque no los quisiera. Por suerte, el último restaurante donde trabajé todavía contaba con personal humano, pero debido a la competencia y los recortes tuvieron que empezar a despedir. No tienen idea de todo lo que imploré al gerente para que aunque sea me rebaje el sueldo. Por suerte era una buena persona, y aunque sí debió rebajar mi sueldo, me pude quedar un tiempo más.

    ”Al restaurante solía acudir un señor, no sé si canadiense o gringo, que un día me preguntó si ganaba lo suficiente. Le respondí que, gracias a Dios, el salario no era mucho pero que contaba con el apoyo de mi familia para cuidar de mis hijos. Era una persona muy amable, parecía tener la sangre liviana. En otra ocasión, no sé cómo, salió a colación el tema de su papá. Por supuesto, jamás le iba a contar sobre la muerte trágica que tuvo en la cárcel; decidí inventar, y les pido perdón por eso, hijos, decidí inventar que nos abandonó por otra mujer con quién se fue de del país.

    ”Un tiempo después, luego de que el gerente tuvo que cerrar el restaurante y abrí la heladería con la Fabi, me volví a encontrar con este señor en un centro comercial; luego de contarle de mi desempleo y de lo más o menos no más que iba la heladería, me dijo que pronto tendría que regresar a su país, pero que le deje mi email para contarme de una propuesta. Al principio tuve miedo que se tratara de algún asunto de trata de personas, seamos más concretos, de prostitución. Sin embargo, algo me decía que podía confiar en este señor, y un día nos invitó a una reunión con otras personas, entre ellas dos antiguos compañeros del restaurante. En esa conferencia nos explicaron de un proyecto denominado A Marte, por amarte, nombre que se me hizo un poco siniestro pero a la vez muy bonito, que consistía en un proyecto de colonización auspiciado por un conglomerado de agencias espaciales internacionales. 

    ”Al principio supuse que todo era una broma, pero también creí que todo lo que acababa de ver sería para siempre confidencial, por lo que, si abandonaba ese salón, probablemente querrían matarme. Luego vino una charla personalizada con psicólogos e ingenieros, pero antes, una oferta imposible de rechazar: ofrecieron a la familia de cada participante cien mil dólares, que según dijeron luego otros técnicos del lugar, era poco dinero en países europeos o asiáticos, pero bastante para Sudamérica. Sin embargo, la oferta incluía también otras cláusulas: en caso de morir durante el entrenamiento, la familia de la víctima recibiría la cantidad acordada, a cambio de disponer oficialmente que la persona había abandonado a su familia por trasladarse a otro país. En caso de sobrevivir al entrenamiento y ser embarcado en las cápsulas espaciales, en cambio, los participantes serían sometidos a hibernación y durante el trayecto, un representante de la familia recibiría por cada año que durara el viaje una suma de 25 mil dólares. 

    ”Finalmente, una última cláusula decía que de arribar exitosamente a la colonia experimental de Marte, cada familia (sudamericana) recibiría un pago final de cien mil dólares, como compensación por apartarse del hogar, en este caso, para siempre, ya que la duración del viaje era impredecible.

    ”Con la cara llena de lágrimas, pensé de inmediato en todo lo que me perdería de ustedes: el resto de su infancia, su adolescencia, su graduación del colegio, la universidad, que se casen. Pero pensé también en lo caros que se seguían poniendo los arriendos, en la heladería que nos daba muy poco, en el país cada vez más inseguro, en que tal vez no podrían siquiera ir a una universidad para luego tener un empleo digital que nunca esté en riesgo... y pensé de nuevo en esa casa, en el perro incluso. 

    ”Solamente podía contar de esto a una persona, y aunque fue difícil, era obvio que debía ser su tía Fabiola. Durante la conferencia, se me ocurrió por un momento plantear si podía enviarla a ella en mi lugar; después de todo ella jamás iba a poder tener hijos, pero también pensé que Dios quizás me asignó ese sacrificio por alguna razón, quizás para quedar en paz con el espíritu de su papá. Pensé también que la Fabi, que es más joven que yo y pese a no poder ser mamá, tendría todo el derecho del mundo de rehacer su vida más adelante con alguna pareja. 

    ”Al principio la Fabi se opuso, pero también admitió que le daba mucho miedo entrar a hibernación y volar suspendida en mi lugar, por sabe Dios cuánto tiempo; ya se le hacía bastante miedoso el tener que viajar por avión de vez en cuando. Finalmente, tras conversar durante casi un día entero, firmamos juntas todos los documentos del contrato y cláusulas de pago y confidencialidad. Acordamos difundir la versión de que me iría a Australia, por un contrato de trabajo de tres meses, y que el presunto accidente aéreo ocurriría a la vuelta, durante un trayecto sobre el Océano Pacífico. Que debido a la fuerza de la explosión fue difícil recuperar los cuerpos y que se efectuarían varios funerales simbólicos para las víctimas, en todos los países donde se había reclutado a los voluntarios para el programa de colonización espacial.

    ”Tras superar el entrenamiento, y cómo dispuso el consorcio, dispuse que Fabiola reciba la prima de cien mil dólares, con la que deberá comprar una casa para que vivan los tres. También arreglé unos documentos especiales con un antiguo compañero de su papá que es abogado, que dispone que cuando el Leo cumpla la mayoría de edad hereden la casa que temporalmente deberá estar a nombre de mi hermana, así como una cuenta especial de ahorros a plazo fijo a nombre de los dos, donde se depositarán cada año que dure el viaje los 25 mil dólares. Con esa plata espero que estudien en una buena universidad, en caso de que no les salga un cupo en la pública; espero que no lo malgasten en tonterías. Les diría que de ser posible inviertan en un negocio rentable, pero eso suele ser cuestión de suerte. Por eso prefiero que estudien primero, y si logran ahorrar algo, allí sí inviertan en lo que vean más conveniente.

    ”Sé que en este punto deben estar quizás muy tristes, sin embargo, hay una última posibilidad de esperanza: sí logro llegar y luego sobrevivir en la colonia de Marte, el consorcio nos dijo que hay la posibilidad, si acaso lo desean, de embarcarlos en hibernación suspendida para que puedan venir también acá y reunirnos. Sin embargo no quiero mentir, de ser así es posible que cuando volvamos a vernos estemos ya todos viejos, pero al menos podremos vernos por última vez. Sé que es una posibilidad remota y le pido perdón a la Virgencita por haber tomado esta decisión. Van a crecer además y probablemente elegir hacer sus vidas, solo podrían venir en caso de renunciar a hacer una familia, a menos que dentro de unos años el programa de hibernación se extienda también a otros parientes, con sus respectivos riesgos.

    ”Los quiero mucho, hijos. Siempre los quise mucho. Leo, por favor cuida de tu ñaño más chiquito; evita las malas amistades, sé que preferirás a tus amigos y a tus enamoradas, pero porfa nunca le descoles al Isaac. No te olvides de estudiar, ya le dije a tu tía que contrate un profe presencial que vaya a la casa, en caso de que tengas problemas en Ciencias o Matemáticas. Isaac, no olvides hacer un poco más de ejercicio, sé que te gusta pasarte el día entero mirando documentales en el celular, pero es bueno también respirar aire de vez en cuando. Espero que un día dejes de tenerle miedo a la pelota y salgas a jugar. 

    ”Mañana vendrán por mí a las cuatro de la madrugada y estarán durmiendo. Tengo muchas ganas de darles un beso y abrazarlos, pero tengo miedo de que al hacerlo decida quedarme, poniendo en riesgo el futuro de todos. Los recuerdo y recordaré siempre.

    ”Abrazos,
      Mamá.

    ..........

      Transcurrió casi un año desde que Isaac leyó la nota. Ese mismo día estuvo a punto de mostrársela a su ñaño, pero una amiga suya le había invitado a un camping junto con otros panas. Cuando tía Fabiola llegó, le pidió que le ayude a desgranar unos choclos: al principio se rehusó, dispuesto a plantarle cara por la agenda, pero hizo de tripas corazón y decidió dejarse simplemente llevar por los granos. Por la tarde, la tía preparó humitas e invitó a una pareja de conocidos a la casa. Mientras bebían el café, la señora no pudo evitar mencionar que se parecía un poco a su difunta madre, a su supuesta madre muerta. Luego de que se fueron, intentó contarle toda esta historia por chat a Ariadna, pero lo había dejado en visto; minutos más tarde borró el mensaje, que más tarde, ya de noche, recibió como respuesta un meme con la cara del Yisus diciendo “¿qué me quisiste decir?”. El Leonardo regresó emocionado a casa; al parecer se le declaró a la Marti y le dijo que sí.

    Meses después, Isaac devolvió la agenda a la vetusta cómoda donde la había encontrado. De todos modos, algún día se enteraría supuestamente de toda la verdad. Para entonces ya habrá llorado o se habrá quedado en shock lo suficiente. Finalmente, resolvió en su cabeza ya de adolescente: “Puede que la vida sea corta; le preguntaré esta tarde a la Ana si quiere que veamos una película”. 

    

    
    



    

    

lunes, 10 de marzo de 2025

Un eclipse

      Aquella mañana, ella me había jurado que anochecería a la mitad del día. Desde luego no le creí nada: ella tenía seis años y yo nueve, y lo único que esperaba de la vida era que el año lectivo terminara para al fin largarme de vacaciones. 

     Mi escuela vespertina había programado una excursión hasta el planetario del Instituto Geográfico Militar; nos pidieron hasta el cansancio que consiguiéramos una radiografía, pues de mirar directamente al sol durante el eclipse, podríamos quedarnos ciegos. Mi madre conservaba la imagen de una rodilla que se había hecho por un malestar, misma que cortó en dos para que mi hermano menor (que iba a clases conmigo) también pudiera mirar. 

     —¿Puedo ir con ustedes? —apareció de repente la niña de al lado de nuestra casa, como un fantasma. Su escuela ya había terminado el período lectivo y ya estaba de vacaciones, esas que tanto yo ansiaba y que aún debíamos esperar debido a uno de los tantos paros de profesores.

     —No creo que te dejen ir, ni tus pas ni mi escuela —respondí con algo de envidia. Mi ma, a quien nuestra peque vecina le parecía simpática, no tardó en regañarme.

     Llegamos creo como a las dos de la tarde; mi ñaño estaba con su grado y yo con el mío. De pronto, la niña fantasma también apareció allí.

     —Si quieres saber cómo vine, tendrás que regalarme una de tus frunas.

     —¿Y para qué voy a querer saber? Seguro te trajo tu ma.

     Unos minutos después, me di cuenta de que mi radiografía no estaba. Mientras me comía mis frunas, mi vecina se había llevado mi placa sigilosamente. 

    —"Mierda, ¿y ahora cómo veré el eclipse?" —pensé en voz alta. 

     El evento comenzaba y sin nadie dispuesto a prestarme un pedazo de película, tuve que buscar a mi vecinita, mientras todos miraban al cielo. "No veré nada", me repetía. Una hora más tarde y decepcionados pese a saber que el eclipse por acá no sería total, la escuela había decidido que todos regresemos a nuestras casas.

     Enfadado y tras caminar por varias cuadras y un par de horas, mi tía y mi hermano me recibieron cariacontecidos en la esquina. Supuse que me tía me jalaría de las orejas por quedarme tonteando.

     — ¿Te quedaste por si acaso jugando con la hija de los vecinos? Dicen que no asoma —exclamó mamá acongojada—.

     De inmediato nos pusimos a buscar por todo el barrio y el siguiente. Una patrulla de policía también estaba al tanto. Los padres de mi pequeña vecina nos contaron que incluso habían regresado al planetario, por si se había quedado escondida, y que el personal militar estaría atento.

     Había oscurecido hace rato —eran casi las nueve o diez de la noche—, y no sé por qué, pero con el pretexto sonso de ir a la tienda (como si aún estuviera abierta) decidí coger la bici e ir a La Alameda. Ya en del parque, recién caí en cuenta de que estaba cagado de miedo.

     —¡DAME MI FRUNAAA! —Escuché de pronto a mis espaldas—. Te dije que anochecería. ¡Gracias por tu radiografía!

lunes, 17 de febrero de 2025

El primer día del resto de nuestras vidas

 Un amanecer,

¿Será el último?

¿Será el primero junto a ti?

Mientras las nubes se cortejan entre sí para regalarnos la lluvia,

mi alma es un ciclista sobre una cuerda floja.

sábado, 18 de enero de 2025

Fragmento de un sueño

Luna,

corro detrás de ti inútilmente cada noche, aparentas cruelmente estar cerca cuando en realidad estás lejos.

Cuando creo poder hallarte del otro lado de mi ventana resulta que te fuiste a la otra cuadra,

y cuándo camino hacia allá ya te has ido al monte, a la morada de los lobos.

Cuando te escondes en las pupilas de sus ojos pareces estar a nada,

pero cuando me sumerjo en ellos ya te has ido al océano.

Luna, eres como esos sueños donde quisiera no despertar pero solo puedo pretender que soy un fragmento de ellos.