sábado, 21 de agosto de 2010

El churo


Esa tarde ella salió por un momento de su cuarto, sin imaginarse que me encontraría de regreso del bosque. Coincidimos en una celda inerte, llena de luces y colores, mismos que luego noté reflejados en sus anteojos.

—Ten, gracias por tu libro —le dije. —Pero he olvidado traerte la peli que te prometí.
—No hay problema —respondió. —Y casi al instante, me regaló unas galletas con chispas de chocolate, golosina que sin darme cuenta, me ha provocado adicción.

—Es curioso que nunca te haya visto —proseguí, mientras ella señalaba con su brazo el colegio donde divagó por seis años, haciendo cuentas e imaginando cuentos.

—¿Vives cerca? —volvió a preguntar.
—Sabes que sí.
—¿Te has subido al Churo alguna vez? —le sugerí, con la esperanza de que me acompañe hasta la cima del mundo, en aquella colina artificial del parque de La Alameda.

—No hace falta  —respondió. «Ya estamos en uno».


2 comentarios:

Unknown dijo...

Interesante relato.. e intento como en todo, entender su significado..

Saludos!! :)..

versosdevangogh dijo...

muy chévere. Me recordó mi tiempo del cole, él y yo en el churo y la roja manzana que me regaló resbalándose de mis manos y cayendo en círculo.