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Nuestros ojos se encontraron
un día sin pensarlo.
El viento soplaba las espigas
a lo lejos.
Una inmensa nube gris nos miraba.
La lluvia dejó un rastro de lodo
donde hundímos nuestros pies.
Sus voces nos hablan pero
no nos importa.
Solo queremos escuchar
nuestro corazón.
La sangre nos reclama,
pero preferimos sentirla
hirviendo.
La cruz que plantaron en medio
de nosotros ya la
arrancamos.
Aunque partiste un día con los pájaros
siempre esperé tu rastro sobre el agua.
En alguna montaña intento reconocer
tu aliento y trasladarme lejos.
Ojalá fuésemos tan leves como
espigas de trigo.
Ojalá pudieramos abrazarnos
por el viento.
1 comentario:
siempre cautivante lo que escribes.
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