sábado, 18 de junio de 2011

La montaña


A veces, cuando miraba a la montaña, solía pensar que detrás de ella se encontraba el mar. Con el tiempo, alguien me dijo que detrás de la montaña sólo habían más montañas.
-¿y algún día podrás llegar al mar? -solía preguntar a quien me lo decía.

Nunca nadie se aventuró a decirme la respuesta; era obvio; nunca ninguno de ellos había subido a la montaña. Un día, decidí experimentar.

No hay nada como mirar la ciudad hacerse más y más pequeña. Es como si se convirtiera en un hormiguero; es como si los pájaros se convirtieran en enormes dinosaurios, capaces de tragársela entera. Es como si el cielo aguardara con un viento suave y dulce, que se traduce en silencio. A veces el silencio es necesario para volver a entender el ruido.

Por más que sigas, la cima aguarda. Se ve tan chica, pero es tan grande en realidad.
-Corre -dice una voz lejana. -corre, no importa, es mentira que el oxigeno se agotará, no hay nadie persiguiendote, corre.

Los pajonales y la arena son los únicos testigos de esta gesta heroica; no hay aplausos ni hurras, solo el suave sonido del viento y la neblina que empieza a descender. De pronto, en medio de la obscuridad tropiezas y empiezas a resbalar. No has perdido el equilibrio, ni estás alucinando por la soledad. No es nieve tampoco; es por fin el mar.

viernes, 3 de junio de 2011

Nunca dices adiós


Te vas,
como la lluvia cuando termina,
te vas,
dejando un espejo donde se reflejan
los fantasmas.
Te vas,
como el tenue granizo de un instante,
llevandote la ilusión de jugar con nieve.
Te vas sin decir adiós,
nunca dices adiós,
como el arcoiris que no puedes
mirar desvanecerse,
decir adiós,
para qué,
las palabra para qué.
La vida se desvanece en un instante.
El viento no tiene palabras.
Nunca dices adiós,
la noche no llega gritándote un hola,
sólo te regala la luna para quitartela
una y otra vez.
Nunca digas adiós,
nunca te despidas.
Que el viento no tiene voz,
ni el mar dice hasta pronto.